Never noticed…
Camina por esa calle de siempre, con los pasos de siempre, con la lentitud de siempre y hacia el mismo lugar. Sus zapatos producen un sonido sordo al golpear el caucho contra el pavimento seco y frio, solitario. Caminar y caminar, siempre con ese mismo ritmo, tomándose el tiempo que él sabe necesario para llegar a ese lugar frecuentado todas las noches por esas personas que él conoce muy bien a fuerza de observarlas durante tanto tiempo.
Da vuelta a una esquina, sube algunos escalones, empuja la puerta metálica con vidrio esmerilado para poder entrar y siente el calor que ese lugar emana siempre, aunque se encuentre vacío. Se sienta en ese banco de la mesa de esa esquina que parece siempre esperarlo vacío y automáticamente, casi de manera imperceptible, un vaso de vino tinto aparece en la mesa, junto a las servilletas… siempre ha sido igual.
Él mira a la chica peliroja que canturrea con cara de aburrida unas cuantas mesas más allá del centro del lugar, él la conoce –o cree conocerla– a la perfección. Sabe de memoria su cara, sus gestos, sus ademanes; puede saber en qué momento dirá tal o cuál cosa… la ha observado durante tanto tiempo. En realidad, está enamorado de ella en silencio, anónimamente, apasionadamente… Muchas noches antes de que ella llegara, él frecuentaba este lugar sin muchas esperanzas, sin ganas, pero a falta de algo mejor que hacer todas esas noches. Cuando ella apareció, las luces amarillentas que iluminan el lugar parecieron brillar con mayor intensidad, el aire se volvió un poco más fresco por momentos y la música sonaba más suave que nunca en esa rockola vieja y polvorienta de la esquina contraria a su lugar. Ella brilla…
Ha pasado mucho tiempo observando… mirando… sin planear, pero pensando. Muchas veces la ha soñado, también sabe su olor, sabe que no pesa tanto como parece, sabe la textura de su piel, el grosor de su cabello, la extensión de su boca, el sabor de su saliva… la ha besado en secreto, la ha llevado a su casa todas las noches, ha hecho el amor con ella… incluso un día le preparó un café y huevos con tocino la mañana siguiente. La sabe, la desea, la necesita…
Hoy no es una noche diferente a las anteriores, puede ser que haga más frío, puede ser que haya más o menos estrellas en el cielo que la noche anterior, pero nadie nota ninguna diferencia… él decide que es momento de acercarse a ella.
Lentamente, sin prisa y en silencio se levanta de su banco verde oscuro… camina atravezando el espacio que los separa, lentamente, suavemente… unos cuantos pasos, unas cuantas mesas, algunas personas… casi puede tocarla de tan cerca que se encuentra ahora… inhala un poco de ese perfume dulzón que él conoce tan bien…
…la llama por su nombre… dos veces…
…ella voltea y parece fijar su vista en él, se levanta, se acerca… un paso más —es ahora— y ha pasado a través de él sin demasiado esfuerzo, es más, sin haberlo notado…
…él recuerda tristemente que los fantasmas no existen y se evapora, lentamente, mezclándose con el humo del cigarrillo que ella ha olvidado en el cenicero de su mesa.
Él camina por esa calle de siempre, con los pasos de siempre, con la lentitud de siempre y hacia el mismo lugar…