La ausencia no es igual a lejanía no es igual a soledad no es igual al abandono no es igual a la soledad no es igual a lejanía no es igual a la ausencia…
Infinitamente lejos e infinitamente cerca. Infinitamente se separa el tiempo en una infinidad de partes infinitamente pequeñas. Se expande infinitamente, se hace grande. Infinitas son las cosas que podemos pensar si sabemos que el infinito está contenido dentro de cada uno de nosotros a la vez que nos contiene. Infinitamente vaga nuestro planeta por el espacio y nosotros por consiguiente. En realidad, nada termina porque nada ha comenzado.
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Con un vaso de cartón lleno de café en la mano ella sale de la cafetería haciendo nada diferente a todas las mañanas. Se detiene porque cree que ha olvidado la libreta en el mostrador, pero al abrir el portafolios café se da cuenta de que no es así y continúa su camino. Al llegar a la siguiente esquina se detiene un segundo antes de cruzar la calle. Él camina en dirección contraria y justo antes de dar el paso definitivo que lo pondrá junto a ella suena el teléfono que está guardado en el bolsillo interior de su chamarra. Nunca la miró porque agachó la mirada para alcanzar a contestar esa llamada del amigo que lo invitó a la noche de cartas, como todos los jueves.
Con un vaso de cartón lleno de café en la mano ella sale de la cafetería haciendo nada diferente a todas las mañanas. Al llegar a la siguiente esquina se detiene un segundo antes de cruzar la calle. Él camina en dirección contraria y justo antes de dar el paso definitivo que lo pondrá junto a ella recuerda que ha olvidado apagar la lámpara del buró; eso pasa algunas veces. Da media vuelta y regresa por donde vino, sube los dos pisos por las escaleras hasta su apartamento y apaga la lámpara que comenzaba a calentarse demasiado. Ella ha entrado en el edificio de al lado y ha subido los dos pisos por las escaleras hasta su oficina.
Con un vaso de cartón lleno de café en la mano ella sale de la cafetería haciendo nada diferente a todas las mañanas. Al llegar a la siguiente esquina se detiene un segundo antes de cruzar la calle. Él camina en dirección contraria y justo antes de dar el paso definitivo que lo pondrá junto a ella la mira a los ojos, pero ella no mira a los extraños de esa manera y continúa su camino con la mirada dirigida al frente. Él piensa que ha olvidado su agenda en la mesa de la cocina, pero cree que no es importante y decide continuar su camino hasta la oficina donde preguntará a la secretaria las citas que tiene el día de hoy.
Con un vaso de cartón lleno de café en la mano ella sale de la cafetería haciendo nada diferente a todas las mañanas. Al llegar a la siguiente esquina se detiene en seco justo antes de arrollar a un pequeño niño que se ha agachado a levantar la bufanda que ha tirado al piso accidentalmente. En ese momento, él comienza a cruzar la calle y justo antes de llegar a la siguiente esquina el cordón que sostiene el portafolios se ha soltado. Se ha agachado a levantarlo y sólo ha mirado un par de tacones negros que han pasado de largo esquivando al segundo humano agachado en menos de cien metros de calle.
Con un vaso de cartón lleno de café en la mano ella sale de la cafetería haciendo nada diferente a todas las mañanas. Justo antes de llegar a la siguiente esquina ha dejado caer la servilleta de papel que le han dado junto con el vaso lleno de café y en un momento de conciencia ecológica ha vuelto dos pasos para levantarla. Justo en ese instante él cruza la calle y cuando logra alcanzar la siguiente esquina ella se levanta, da media vuelta y se da cuenta demasiado tarde de que él está frente a ella. Lo ha bañado con el café caliente, ha sido una suerte que haya levantado esa servilleta de papel unos segundos antes…