Recolectora de memorias, ese es su trabajo. La chica de ojos oscuros y grandes va de puerta en puerta y recolecta memorias; cosas que otros necesitan recordar. Con cuidado, al recibirlas de las manos de otros, la chica los envuelve con una fina gasa tornasol y los deposita en la canasta que luego cuelga a su espalda. Cuidadosa siempre, sus pasos son constantes y uniformes, sus movimientos pausados tanto así que por momentos parece flotar en lugar de caminar.
La chica de los ojos grandes, oscuros y profundos, lleva las memorias de la ciudad al contenedor principal del edificio central de la pequeña ciudad. Poco a poco, uno a uno, deposita los pequeños paquetes envueltos en gasa dentro de un tubo cuyo diámetro es exactamente igual al de cualquier memoria. Pequeñas esferas hechas de un material parecido al cristal, al cuarzo, al diamante; liso, frío, fuerte, capaz de contener cualquier tipo de memoria por más dura o terrible que sea. Hace mucho tiempo, no se sabe exactamente cuánto, se perfeccionó la técnica de guardar los recuerdos de esa manera. Para muchos significó deshacerse de las cosas que no querían mantener como un vivo recuerdo, para otros significó la forma de preservar aquello de lo que siempre se querían acordar. Millones de recuerdos; memoria colectiva.
Las esferas, todas del mismo tamaño se almacenan en un gran contenedor que nunca se llenará –la memoria es infinita–. Cuando alguien quiere recordar puede ir al contenedor y pedir por su memoria. El chico con ojos grandes y claros los entrega luego de ir a una habitación contigua por un rato y de extraerlas del contenedor. Cuando has contemplado tu memoria lo suficiente puedes volver a olvidarla, guardarla o si lo deseas, llevarla contigo para conservarla de nuevo. Nadie tiene en cuenta el tiempo que los recuerdos se han almacenado de esta manera porque eso no es importante. Las esferas, atemporales, conservan cualquier pedazo de memoria tan fresca como si se acabase de formar –el tiempo es relativo, la memoria también–.
La chica de los ojos grandes recuerda. Recuerda mucho más de lo que cualquier otro habitante de la ciudad puede hacerlo y por ello fue la indicada para realizar el trabajo. Hay una persona así cada generación y se le elige cuando el recuerdo más antiguo que posee es muy cercano a su nacimiento. La chica puede recordar desde unas horas después de nacer. No habla, no con todos, no con cualquiera. Es extraño como la gente, luego de entregarle cada memoria le cuenta la misma historia como un último pedazo de recuerdo que se ha quedado en cada uno. Cuando lo cuentan a la chica lo olvidan para siempre, pero ella lo recuerda. Todo tipo de recuerdos, todos.
El chico con los ojos claros la escucha hablar todas las noches. Él no tiene buena memoria, olvida todo. Ella cuenta uno a uno los recuerdos que ha recolectado y el chico la escucha mirándola atentamente a los ojos oscuros y profundos. Al día siguiente él ha olvidado todo, ella no, pero se siente más tranquila.